LA INTERSECCIÓN POR EXCELENCIA ENTRE PSICOLOGÍA Y PEDAGOGÍA ES LA PSICOPEDAGOGÍA.
LA PROFESIÓN DONDE SU DESEMPEÑO ES COMPLETO ES LA ORIENTACIÓN EDUCATIVA. QUIZÁ LA TAREA MÁS RELEVANTE DENTRO DE LA ORIENTACIÓN EDUCATIVA, ESPECIALMENTE LA QUE SE REALIZA EN LAS ETAPAS INFANTIL Y PRIMARIA, SEA LA EVALUACIÓN PSICOPEDAGÓGICA.
En la práctica de la psicología educativa, el aprendizaje constituye el ámbito básico de investigación e intervención de las y los profesionales de la orientación, de manera particular, de quienes desempeñan su labor en los Equipos Psicopedagógicos de las diferentes comunidades autónomas del estado español (SPEs, EOEPs, EAPs, EPOEs...). Ello, ya que a cierta distancia aún de la vertiente vocacional y profesional de la orientación educativa que se despliega en los Departamentos de Orientación de los institutos, en la mayoría de los casos, la práctica ha de centrarse en las bases del proceso de enseñanza/aprendizaje de las niñas y niños de las etapas a las que mayoritariamente asesoran estos servicios educativos: la educación infantil y la educación primaria.
Alumnos de 2º ciclo de educación primaria,
el nivel de mayor demanda de E.P.
En esta fase temprana de la educación reglada, el alumnado de tres a doce años que se atiende principalmente, presenta una variedad de dificultades de aprendizaje, cuya mayoría encuentra buena resolución a través de las modificaciones pertinentes en su proceso de enseñanza, las cuales deben facilitarse a través de la Orientación Educativa y Psicopedagógica. Esta labor de asesoramiento y apoyo al profesorado y a las familias en la que se centra el trabajo orientador, emana en gran medida, de la Evaluación Psicopedagógica individualizada.
La Evaluación Psicopedagógica podría entresacarse como la labor más caracterizadora del cometido de los Equipos de Orientación, no sólo porque es la tarea a la que más tiempo han de dedicar en su práctica orientadora, sino porque de ella se derivan diversas acciones que marcan las líneas de actuación de sus profesionales en los centros educativos. Por ende, también modifica el proceso educativo formal del alumnado en su vertiente individualizada (Resnick y Resnick, 1991), tanto del que presenta necesidades educativas especiales, como del que sólo muestra dificultades específicas en su aprendizaje.
Trascendiendo a las críticas, fundamentadas algunas, que señalaban la vertiente etiquetadora de la Evaluación Psicopedagógica en sus inicios (Galve, 2005), actualmente se tiene que su fin ha de ser contribuir a la determinación de las ayudas específicas que una alumna o alumno requiere en un momento determinado de su escolarización. Así, en función del análisis previo e interactivo de su situación concreta, incluyendo su contexto (Wiggins, 1989), estas circunstancias deben valorarse de forma personalizadora y holística: atendiendo a su particular evolutiva, a su contexto familiar, social y educativo y teniendo como mira la mejora de un proceso de enseñanza/aprendizaje determinado.
El proceso de la Evaluación Psicopedagógica en un caso concreto, se ajusta a la definición comúnmente asumida en nuestro sistema educativo: “proceso de recogida de análisis de la información relevante, relativa a los distintos elementos que intervienen en el proceso de enseñanza y aprendizaje para identificar las necesidades educativas de determinados alumnos que presentan dificultades en su desarrollo personal o desajustes respecto al currículo escolar por diferentes causas para fundamentar y concretar las decisiones respecto a la respuesta curricular y el tipo de ayudas que precisan para progresar en el desarrollo de las distintas capacidades” (MEC, 1996).
La elaboración del Informe de la E.P., puede variar no sólo según la normativa específica de cada comunidad autónoma, sino que también se acomoda a la experiencia y práctica personal de cada profesional, por mucho que haya de atenerse a una serie de apartados preestablecidos (Díaz et al, 2000; Galve y Ayala, 2001; García y González,1998; García Vidal y González, 1992). No obstante, puede observarse mayor o menor dedicación a unos u otros aspectos, según los-as profesionales que lo redactan. Ello, siendo que tanto la normativa como la literatura psicopedagógica remarcan la necesidad de abundar en los capítulos más constructivos y orientadores (Mestre et al., 1997; Alabau et al., 2000; Marí, 2001), justificando así la descripción del Informe de la E.P. que ya en los años 90 se hacía: “Documento escrito, dirigido normalmente a quien ha derivado al escolar, que resume el proceso de diagnóstico-intervención realizado” (Suárez, 1995). Se tiene desde entonces que sus criterios de bondad lo configurarán como un escrito científico (se inserta en un ámbito profesional), comunicativo (se destina al ámbito escolar y tiene un fin aclaratorio y orientador) y útil (ha de ser viable y servir en el día a día de la enseñanza, y lo será más cuanto más específico sea en relación a la situación planteada).
El artículo al que se refiere esta introducción (Martínez, 2010) recoge un Informe Psicopedagógico realizado en respuesta al caso de un alumno de origen diverso, incluido ya en el programa de Compensación Educativa del centro, cuya identidad y localización fue preservada.
Empatizar con el alumnado al que ha de valorarse, es un paso previo y fundamental en la E.P |
La pretensión fue poner de manifiesto la relevancia del capítulo final de estos trabajos, donde ha de aportarse las orientaciones específicas al profesorado. En relativa discrepancia con el principio de parsimonia, sostiene que este apartado ha de sobredimensionarse. Y hacerlo sin temor a su extensión o a la saturación lectora de tutoras y tutores y aún sin concesión al cansancio, a la reiteración, la brevedad o incluso a la ortodoxia, dado que la idea que pretendemos resaltar, precisamente, justifica todo ello en los siguientes términos:
El Informe de la Evaluación Psicopedagógica ha de ser un instrumento para mejorar la situación específica de la alumna o alumno. Mientras más explícita y ampliamente desglosemos a la tutora o al tutor demandante los procedimientos mediante los que mejor podrá ayudarle, más cumplidamente nos aproximaremos a su objetivo básico de utilidad y guía.
Se pretendió, así mismo, remarcar la relevancia de las orientaciones específicas dirigidas a la familia de la alumna o alumno, basándonos en la prioridad que ha de concederse en la infancia a la unificación de pautas de actuación entre los ámbitos escolar y familiar. El informe de la Evaluación Psicopedagógica ha de ser también un instrumento desde que afianzar o construir las líneas de actuación en este sentido.
(Martínez Mesas, I. “Importancia de las orientaciones al profesorado y la familia en el informe de la Evaluación Psicopedagógica” Artículo para el Colegio de Psicólogos de la CV)
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