A mi, particularmente, no me extraña, es mucho más humano ser hombre que
ser cualquier otra cosa que no sea genuina (y que por lo tanto, se incluya y
subsuma en las palabras verdaderamente importantes, como ‘hombre’ o ‘niño’). Yo
también elegiría ser hombre para sentirme reflejada en el lenguaje. Eso que
dicen que todo lo contiene.
¿Será por lo que aún nos queda por luchar para que se empiece a
reconocer en las lenguas de nuestro país que EXISTIMOS? Las mujeres tenemos un
nombre diferente, porque somos diferentes. Pero no se pronuncia.
Bueno, somos mitad mujeres y mitad hombres, más o menos, y tenemos una disfunción gorda con nuestras lenguas. Sólo con el inicio de la toma de conciencia de
este problema, puede hacerse tan chocante oír cómo sistemáticamente se
nos ignora en el lenguaje.., que puede llegar a convertirse en algo muy molesto. Y muy
constante.
Volvamos a pensar: la
lengua la hacemos las personas, día a día. ¡Podemos cambiarla! Ninguno de los señores académicos de Académica Academia (y las cinco
señoras académicas) puede impedírnoslo. De hecho, dan su cuidadosa e implícita
venia para que términos como ‘correo’, ‘patrocinio’, o ‘recibidor’
desaparezcan; de hecho, dan su explícita aprobación para que los subplantemos
ortodoxamente por ‘e-mail’, ‘sponsor’, ‘hall’.... Seguro que nos dejan...Al fin
y al cabo, limpian, fijan y dan esplendor.
Todos los actos posibles están nombrados. Lo que vamos diciendo, va
quedando, depositándose en la ingente construcción que hacemos del mundo cada
momento de cada día......con nuestros actos, con nuestras palabras.
Las mujeres somos personas, pero NO somos hombres. Quien decidió nombrar al
ser humano como ‘el hombre’, os aseguro, no había pensado en todo esto. O le
daba igual. Indudablemente era un hombre que hablaba con aquel otro que acuñó
el término ‘androcéntrico’ sin pensar que esa (su) centración no englobaría lo
ginocéntrico....
UNA LENGUA QUE
NO SABE NOMBRAR LO
QUE EXISTE ES, COMO POCO, INJUSTA
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