sábado, 15 de enero de 2011

(LO QUE NO SE NOMBRA, NO EXISTE)

El HOMBRE, LA MEDIDA DE TODAS LAS COSAS 
(..you can touch, you can play, if you say I’m always yours..)

El lenguaje refleja la realidad social, pero al mismo tiempo la crea y la produce desde el punto en que la persona se expresa dentro del lenguaje y éste no existe sin personas que lo hagan existir.
Quien tiene la capacidad de nombrar la realidad, la crea. El sujetO del pensamiento y de la Historia, ha sido un ser masculino, declarado neutro universal y representante de la humanidad, pero esa humanidad no es neutra, sino sexuada. Incluso más allá de lo humano, se atribuye género masculino a Dios.

La noción de sexismo y androcentrismo debería ser parte de una educación no discriminatoria, y el planteamiento desde la escuela, a través de sus enseñantes, habría de procurar evitar el uso del masculino genérico que oculta la diferencia sexual en palabra "hombre", utilizándola como representante de toda la humanidad. 

Julia Sevilla Merino, dice:
Las consecuencias de la usurpación del neutro por el masculino son: 1ª) Que se ha borrado a las mujeres del imaginario colectivo haciendo muy difícil caer en la cuenta que hay mujeres; 2ª) Consolida el lenguaje y el pensamiento de los hombres como instrumentos de buscar, resaltar y trabar únicamente relaciones de semejanza masculina. Cuando se habla de todos, los españoles, los ciudadanos, para los hombres la identificación es inmediata y la mutua identificación suscita el desarrollo de vínculos de semejanza; 3ª) Al excluir a las mujeres del discurso las deja huérfanas de semejantes. Uno de los efectos más perversos del lenguaje androcéntrico, es decir, de considerar al hombre la medida de todas las cosas y utilizar el masculino, es que las mujeres son la excepción a la regla universal y en consonancia se convierte el femenino en algo degradado o inferior; y 4ª) El discurso en neutro masculino ayuda a esconder la desigualdad de trato que pasa más desapercibida al permitir la inclusión o la exclusión de las mujeres del término masculino. Al permitir la oscilación entre estáis/no estáis esconde la desigualdad de trato. 

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